Yo, mi, me, conmigo...
Ya he vuelto oficialmente de mis vacaciones y voy a pasar todo el mes de Agosto solita en Madrid.
Laboralmente lo prefiero ya que al estar el 80% de la gente de vacaciones es cuando aprovecho para sacar adelante esos 30 temas que llevan renqueantes varios meses porque nunca eran prioritarios. La piscina a la que suelo ir sobre las 16 se convierte en mi recinto privado durante unas semanas; Sentarte en el metro no es problema; No hay tantas colas ni tantos inconvenientes para reservar restaurantes. La mayoría de mis amigos están de vacaciones y a la fuerza aminoro un poco mi vida social en pro de una autodedicación que no me procuro tanto como me gustaría. Mi agosto es el mes del hedonismo llevado a su punto más álgido. Incluye múltiples cuidados estéticos (no voy a aburriros con los detalles), horas muertas en el Retiro con un libro bajo un árbol, siestas de sofá y ventilador de 16 a 18 y lentos despertares con la parte inferior de los senos empapados en sudor. No hay prisa por levantarse 15 minutos más tarde de modo que suelo desperezarme con calma, y todavía medio aletargada, suelo estirar el brazo en busca del Ipad para reproducir algún vídeo que de tan travieso se pasa a sucio. Porque a mi los vídeos guarros me gustan así, muy guarros. Nada de sutilezas, primeros planos de carnaza y movimientos enérgicos. Ya me pasa como a los alcohólicos, tengo el nivel de tolerancia bajo mínimos y con apenas un par de minutos de visualización estoy a tono, si ese día quiero llegar al orgasmo sin prolegómenos en 5 minutos estoy lista.
Yo...
Mi...
Me...
Conmigo.
YO adoro MI cuerpo, ME autoerotizo y disfruto inmensamente CONMIGO.
Dejadme que os cuente.... Empecé a tener sexo conmigo misma a la tierna edad de 6 años, recuerdo que era a esa edad porque me gustaba mi vecino del 9º y acabábamos de empezar juntos 1º de EGB. Fantaseaba con un montacargas secreto que conectaba su dormitorio con el mío (él ocupaba la misma habitación que yo, salvo que 8 plantas más arriba), besos infinitos y sus manos acariciando mi pelo. De alguna forma instintiva, tumbada bocabajo, sentí la excitación y empecé a frotarme contra el colchón pensando en los besos de Carlitos hasta que una sensación de "gustito" me invadió. Pronto se convirtió en práctica habitual y el insomnio que de niña me acuciaba no desaparecía con un vaso de leche calentita, sino con unos minutos de "hacer el caballito". Así lo llamaba para mí, de alguna forma tenía la sensación de galopar mientras estaba tumbada bocabajo, sacando el culo hacia fuera y botándolo para frotarme bien contra el colchón. Me masturbaba mucho y muy rico, siempre tumbada bocabajo. No tuve reparos en mentir a otras niñas cuando alguna vez dormíamos juntas diciéndoles que yo jugaba a ser un caballito, pero en cierto modo ya lo necesitaba para quedarme dormida...
Con los años fui perfeccionando técnica y descubriendo sensaciones, pero también perdí sensibilidad. De más niña me frotaba con las braguitas y el camisón puesto, conforme transcurrían los años quitaba capas para que la estimulación fuera más directa, y francamente, notarme las bragas bajadas a mitad de nalga también causaba su efecto...
A los 13 yo ya sabía bastante de sexo, mi curiosidad me había llevado, entre otros, a leerme a escondidas Justine de Sade, a buscar los comics de Milo Manara de mi tío debajo de su cama, y a encerrarme horas y horas en el cuarto de baño en la casa de veraneo para poder leer allí un manual de mis padres que hablaba de algo denominado Punto G y de señoras que testimoniaban tener sensación de hacer pis para luego encontrarse con que no lo era. Quién me iba a decir a mí... (Por cierto, un tratado interesantísimo para quien lo quiera leer. Creo que hay una versión actualizada de hace unos años). Y la adolescente curiosa y morbosa decidió un buen día dos cosas: que se quería desvirgar ella misma , y quería saber qué se sentía teniendo algo dentro de la vagina.
Para lo primero utilicé un lápiz. Para lo segundo, un tubo de puros de mi abuelo. Podéis pensar que esto es inventado, fantasía... up to you. Yo me recuerdo perfectamente con mi lapicerito Stabilo amarillo y negro hurgando en mi interior convencida de que era algo bueno, un preparativo nada más, como lo sería algún día en el futuro depilarme o arreglarme las uñas antes de quedar con un chico. No obstante me quedó clarísimo que el lápiz no servía para el segundo de mis propósitos y acudí a ese tubo de puros de punta redondeada que tan tentador se me antojaba...
Inicialmente lo noté frío y demasiado duro, hasta en la vagina se siente el tacto metálico, pero jugué largo y tendido con la profundidad que le aplicaba, los movimientos a los que sometía , bien círculos, bien golpes, hasta simular el ritmo de lo que me imaginaba debía ser una penetración.
Descubrí una nueva dimensión de masturbación, tumbada bocabajo, como siempre, frotándome por delante y sintiéndome plena por dentro. Pasé de fase en el videojuego y los orgasmos ahora eran de triple puntuación, sin dejar de lado la impresión al extraer el tubo y encontrarlo impregnado de flujo. De modo que sí, mi primer consolador fue un tubito de puros, me inventé que necesitaba uno para guardar las minas del portaminas y ni tan siquiera las sacaba cuando lo utilizaba.
Desde entonces y hasta el día de hoy, la masturbación ha jugado en mi vida el mismo papel que supongo hace en la gran mayoría de las personas. Es una necesidad fisiológica, necesito cada X tiempo sentir un orgasmo. A más sexo acompañada, menor necesidad de masturbarme siento, pero hay ciertas situaciones indiscutibles: el despertar de la siesta, si el tiempo lo permite, y como los sábados y domingos suelo abrir el ojo juguetona, si no hay compañía masculina a 30 cm saco mi tubito actual, algo más sofisticado y parecido a una batidora que a un envase para puros, y me deleito con parsimonia. Que mejor manera de comenzar el día.
Tengo mis épocas de mayor y menor intensidad, como todo el mundo. Los problemas aminoran las ganas, y en la época de estudiante las jornadas de estudio me dejaban como una perrilla en celo. El año pasado descubrí otra modalidad diferente de masturbación, llamémoslo "El Orgasmo Público". Alguien me habló por casualidad de una página en la que gente realizaba shows eróticos, el contenido lo definía el "modelo" y podía incluir únicamente bailes / contoneos sugerentes, charlar e interactuar con las personas que te veían, hasta atender a sus peticiones para que te quitaras la ropa , te acariciaras, tocases, lamieras, usar juguetes... Con picos de 2000 espectadores, a mi nunca me gustó sentirme un mono de feria siguiendo instrucciones del tipo "Ahora quítate el sujetador" "Mueve el culito como hacen las bailarinas en los videoclips" "A ver tus pezones haciendo el pino???" de modo que únicamente aguardaba en público el tiempo suficiente hasta que aparecía alguien con quien cerrar un "bis a bis" virtual mediante skype. Normalmente nos veíamos respectivamente, si bien yo siempre usaba un precioso antifaz negro para evitar capturas depantalla fastidiosas. Gracias a la webcam empecé a ganar consciencia del interés que despertaban mis curvas y el éxito de mostrar mi naturaleza en vivo y en directo, mi sensualidad y mi sexualidad.
Me daba muchísimo morbo ver la reacción que era capaz de despertar en desconocidos, de cualquier parte del mundo, de cualquier franja de edad, en cualquier idioma, a cualquier hora del día, era divertido y no entrañaba ningún riesgo . Durante 5 meses apenas me masturbaba sola, siempre lo hacía acompañada de alguien a través de la pantalla y también comencé a experimentar el morbo y la excitación que desata el hecho de que alguien pague por ti... Aparecieron unos cuantos clientes "fijos" que me solicitaban show con frecuencia, hablabas también un poco, algo de chateo... hasta que un día, uno de ellos, me planteó un encuentro real. Me sentía en confianza, llevábamos muchas horas de vuelo juntos, se le veía buena persona. Y así surgieron los tres primeros clientes de Marina, hasta que lentamente la cam dejó de divertirme, a perder el componente morboso y convertirse en algo demasiado repetitivo, así que pasé nuevamente de pantalla en el videojuego, a una etapa mucho más madura y emocionante. Al principio veía la etapa de la cam como una mancha en el CV de Marina, por el tipo de experiencia que quiero ofrecer como tal, pero a día de hoy, a pocos días de celebrar el primer año del blog, os lo cuento porque considero que no es nada de lo que deba avergonzarme sino que forma parte del proceso, y no me resta valor, saber estar o refinamiento haber interactuado con personas de todo tipo de clase social y cultural desde la comodidad de mi casa . Ha sido una experiencia más y sin duda alguna, una vivencia de la que saqué muchas cosas positivas como ver la pluralidad de conductas sexuales con las que me podría encontrar en un colchón y aprender a tratarlas, tener un refuerzo positivo constante para llegar a sentirme la mujer que me siento a día de hoy, en un curso acelerado de "uso, manejo y disfrute de hombres de los 18 a los 68". ¡Nada de lo que arrepentirse!.
Upsss... se me ha ido la mano escribiendo y mañana vuelta al cole!... quizás ahora se me vaya de nuevo antes de dormir... ;)
M.
PD: Me disculpen el tono, vengo un tanto guasona, refrescada y hasta bastante fresca de mis vacaciones...