Reflexiones desde mis vacaciones
Desde mi retiro estival, en esos ratos muertos de mirar al horizonte, aprovecho para reflexionar y recordar. Busco en la galería de fotos de mi móvil y encuentro la que ilustra este post, la tomé yo misma. Se me hace tan extraño ahora mismo, acompañada de mi gente, y con la identidad de Marina tan oculta, evocar ese último "catwalk" por el que transité hace algunos días...
La foto está tomada a las 7 de la mañana, y para mí tiene una connotación totalmente diferente ver ese pasillo cuando lo abandonas que afrontarla junto antes de adentrarte en él. La instantánea fue una despedida, un recuerdo, un souvenir de una noche mágica. Una mirada atrás a esas últimas horas, una media sonrisa en el rostro y hasta de cierto agradecimiento. Ese pasillo inmenso que termina en una esquina, para comenzar de nuevo justo nada mas girarlo en otro pasillo igual de largo e infinito. Tres tramos de pasillo tuve que recorrer en este caso antes de llegar al ascensor. Esa última escena de la película que no acaba, sabes que los títulos de crédito están a punto de llegar y la escena se hace eterna ...
Son muy distintos los encuentros en hoteles, normalmente suelen ser precedidos por una cena y/o una copa, me siento muy amante, muy dama en el salón y puta en la cama. Según nos aproximamos a la habitación, me voy excitando pensando en lo que va a ocurrir después. Tan pronto se cierra la puerta, se produce la transformación y Marina se despoja de la capa externa que la cubre. En ocasiones es suave, lento, hemos coqueteado, jugado, nos hemos seducido, no hay prisa por quitarnos la ropa cadenciosamente, descubrir la piel, cerrar los ojos y dejarte llevar por lo que unas manos te hagan sentir. En otras, ya no quiero hablar más, no quiero más miradas pícaras, sólo quiero sentirte animal puro, rudo y duro cerca y dentro de mí. Me gusta que me dejes sorprenderte, que te quedes expectante intentando averiguar qué versión de Marina has logrado despertar y vas a tener frente / sobre ti en tan sólo unos minutos.
En las últimas semanas , varias personas me preguntaron por qué no limitaba mis citas únicamente a encuentros de 1 o 2 horas con cena, y eliminaba las citas "exprés" de mi oferta de servicios. La respuesta es sencilla: porque me gusta, me gusta muchísimo. Porque me excita. Porque también me gusta sentirme sólo puta. Puta comercial y puta conductual, la dama sólo está presente los primeros minutos mientras tenga la ropa puesta . Porque equilibra a Marina, la hace más variada y completa. El fin de un tipo de cita hace que ansíe la otra variante para la siguiente ocasión. Creo que ser sólo la Marina de las citas largas, la más GFE, acabaría aburriéndome. Y ser sólo la Marina animal sexual, me frivolizaría en exceso. ¿Por qué conformarme siendo sólo una cuando puedo ser tantas?. Me excita salir de casa o de la oficina y subirme a un taxi sabiendo que en cuestión de minutos seremos un enjambre de brazos, piernas, manos, dedos, bocas, lenguas y aderezos de miradas y olores. Y una o dos horas después volveré a mi vida oficial con normalidad.
Colocarme bien las ligas de las medias sentada en el taxi y pensar "Marina, vas a follar. Siéntete puta porque vas a follar y es lo que quieres".
Bajarte de ese taxi y encaminarte hacia el hotel por horas, o mejor aún, adentrarte en un hotel de 5 estrellas y dirigirte con el mayor de los aplomos y naturalidad posible hacia el ascensor. Tan discreta que sólo llamas la atención por ser una mujer guapa y elegante.
Esperar a que se desplacen las puertas del ascensor como un telón que se abre y va a dar paso a tu actuación, visualizando ese pasillo infinito y paladeando el subidón de adrenalina en ese mismo instante, un tramo, una esquina, otro tramo, otra esquina, permitiéndome desfilar a golpe de tacón por la moqueta, sin más público que mis dos identidades, mientras esas palabras, ese "Marina, vas a follar", siguen repiqueteando en mi mente camino del bajo vientre...
M.