Qué viva el sexo anal
Ay querido, qué abandonado te he tenido... pero hoy regreso por aquí, tras unas cuantas semanas, a contarte de mis placeres.
De mis alegrías poco te diré, sabes que son muchas y me las procuran nombres propios. A diario me acuesto cansada pero contenta, para despertar pocas horas después con una sensación de plenitud que no había tenido jamás.
Plenitud. Qué bonita palabra, hasta se me llena la boca al pronunciarla. Inmediatamente pienso en mi entrepierna y en cuando la siento así, plena física y sensorialmente; en cuando esa plenitud resbala lechosa entre mis muslos al levantarme de la cama y aún siento débiles las piernas tras oleadas de orgasmos.
Y una, que ya va teniendo cierta edad, no se muestra tan ansiosa por acumular nuevas experiencias. Qué va, lo que me inspira y motiva es emprender el camino de la excelencia, mejorar y perfeccionar en cada polvo para que nos deje aún mejor regusto que el anterior y pensemos
"Mmm... X meses juntos y cada vez hasta follamos mejor..."
Excelencia. No andaba yo muy ducha en esto del anal, a pesar de que es algo que me pedía la mente desde hace bastantes años. Le tenía un poco de miedo y las veces que lo practiqué fue con pauta muy irregular, de modo que no llegaba a sentirme suelta del todo. En cierta manera lo tenía identificado como una asignatura pendiente y me siento feliz y contenta de estar aplicándome a fondo. Debe atribuírsele todo el mérito a mi hombre, que se deleita parsimoniosamente jugando, acariciando, y sobre todo, gimiendo, lamiendo y babeando mi culo hasta casi la convulsión provocada por la excitación. Me pone tan guarra y tan perra que me dejo ir, transformo mi cara de novia amantísima en hembra viciosa que le excita más y más...
Súplicas. Llegan desde mis ardientes ojos, rogándole entre suspiros: "Fóllame el culo". Me sorprendo a mi misma tumbada bocarriba ofreciéndole mi tesoro más oculto, ese que apenas un par antes cataron, asistiendo atónita al espectáculo en que noto como su rabo duro entra y sale de mi culo con tanta facilidad como deleite. Mientras me ensalivo dos dedos y acaricio los labios, pronuncio las palabras en voz alta, animal y fogosa: "Fóllame, reviéntame el culo con tu polla dura, ¡joder!"
Formal. Imagíname hoy con mi rictus de oficina, vestido de tubo, tacones y rimmel de diario. Cuando me veas cerrar los ojos no lo interpretes como un mecánico parpadeo, qué va.
Será ese el momento en el que vuelva a recrear cada una de las embestidas en mi recién descubierto y goloso culo y continúe saboreando el tenerte dentro.
Me siento tan completa...
M.