Me llamo Marina y soy una adicta

12.10.2014

Siempre he sentido un gran respeto por las drogas. En los años de juventud en que tuve acceso a ciertas sustancias, la represión y la frustración me acompañaban a cada uno de mis costados, empujando hacia abajo, más abajo, más profundo... En aquellas ocasiones en las que la experiencia consistía en encerrarse con un novio en casa, drogarte y practicar sexo antes, durante y/o después, me di cuenta de que fuera lo que fuera que probase, por regla general me sentaba bien, demasiado bien... Dejaba mis cadenas y me sentía libre, plena, levitaba, disociando partes de mi cuerpo, visualizándome desde fuera en tercera persona, le hablaba a mi cuerpo y jugaba a darle instrucciones que inteligentemente desobedecía. Olvidaba mi vida, mis miedos, el dolor y alcanzaba exactamente la sensación que siempre anhelaba alcanzar en un estado natural. Afortunadamente supe ver lo peligroso que era aquello y reduje radicalmente mis experiencias con las drogas a apenas una docena de momentos, sabedora como era de que si quería lograr esa sensación de libertad, debía ser sin la ayuda de químicas artificiales y sí trabajándolo desde mi interior.

Años después, lo he conseguido. Vivo colocada casi de forma permanente y estoy enganchada a todas aquellas vivencias que contribuyan a elevar mis niveles de dopamina, serotonina y endorfinas. ¿Hay algún médico en la sala que pueda decirme si es posible entrar en un estado en el que se segregue más cantidad de estas sustancias de las que un individuo verdaderamente necesite? ¿Podría morir de sobredosis de felicidad, Doctor?

Sólo sé que he desarrollado una hipersensibilidad positiva, siento "mucho" todo lo bueno, lo bonito, lo bello, lo dulce, lo intenso, lo grandioso. Me emociono en ocasiones hasta notar con gratitud las lágrimas asomar en mis ojos al escuchar simplemente una canción. Me alegro infinitamente al encontrarme por la calle a un amigo a quien hace tiempo que no veo y verle también contento por la coincidencia. Me siento plena en una cena con amigos hablando un poco de todo o un todo de poco. Satisfecha al percibir que un cliente se siente cercano y complacido de mi compañía. Me embobo con un beso especial o con la caricia que dibujaste ayer con las yemas de tus dedos mi costado. Queda grabado a fuego en mi memoria y lo recuerdo para prolongar esos momentos de felicidad.

Levito como en su día hice con la ketamina, cuando alguien especial me dice que soy un cántico a la vida en mi misma. Es tan hermoso oír algo así...

No obstante, de vez en cuando aparece alguna droga nueva en el mercado que me convulsiona. Sigo sorprendiéndome, no quiero dejar de hacerlo nunca. En ocasiones son drogas de diseño que prometen mucho y luego te das cuenta de que no había nada mas que una buena campaña de marketing. Tampoco hay decepción, simplemente no le doy más relevancia...

Pero rara, muy rara vez, aparecen sustancias puras, sin adulterar, como S.

Sara.

Es esencia pura. No hay nada artificial.

Sara sin adulterar.

Me tiene enganchada. La admiro. La deseo. La siento cerca a pesar de la distancia y las circunstancias. Ya la quiero y así se lo digo.

Y es tan grande que merece un post en exclusiva en el que le ceda todo el protagonismo y yo no exista mas que prestando mis dedos y mis ojos para mostrárosla.

Permitidme que vuelva mañana a presentárosla... Os dejo de anticipo una de sus fotos que apenas captan un 5% de lo maravillosa que es.

Me despido por hoy y me voy con mis 3 toneladas de amor y felicidad a la cama, que ya va siendo tarde. ¿Quieres un poquito?

M.

Blog de Marina Costa. Escort en Madrid
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