La turista sexual

11.05.2014

Se había sorprendido al ver al guía que les iba a acompañar durante todo el viaje. Ya llevaba unos días en el país y no le resultaba extraño interactuar con personas con un color de piel tan distinto. Él era negro, negro como el carbón, ese tipo de negro en el que con dificultad distingues una arruga o tan siquiera la marca de una barba bien apurada. Debía medir 1,90 o incluso algo mas, una corpulencia mediana tirando a ancha para lo que era su país de origen. Desconcertaba en edad, ella había calculado unos 35 años y con el tiempo supo que pasaba los 40 de largo, largo como todo su ser. El tamaño de sus labios era asimismo superlativo, nunca antes había visto una boca tan grande, unos dientes en consonancia, grandes asimismo, de una blancura que en alguien de raza caucásica no llamaría la atención pero que en su tez se convertían en paseo iluminado por el que perderse y dejar que te guiara durante todo el viaje.  

Ella no hizo el más mínimo signo ante el resto del grupo que pudiera darles a entender que él la había activado, ni una sonrisa, ni una caída de ojos, ni una pregunta de más o un comentario de menos.

Avanzaban los días y se sucedían las situaciones. Él, en su perfecto castellano, relataba historias de su cultura, su geografía y su historia. Ella aprovechaba sus intervenciones para , sin ningún tipo de reparo, escudriñar al máximo su anatomía. La embobaba esa boca. En realidad no le gustaba ni se imaginaba besando esos labios, le daba reparo, tendría miedo que la succionaran, no... Pero funcionaban como un foco, un imán, los labios, o la dentadura, o la carcajada histriónica que escapaba de aquella cavidad, y verdaderamente ella debía hacer un esfuerzo para ser capaz de concentrarse en la observación del resto de su cuerpo.

En las travesías, él iba siempre por delante. Ella observaba sus zancadas de jirafa, esas piernas de más de un metro y la ligereza con la que se movía. Tan grande y tan liviano. Pero en realidad no fue hasta que subieron a una barca para atravesar los manglares cuando se fijó por primera vez con detenimiento.

Él se había acomodado de frente al grupo y de espaldas al sentido de la marcha, la postura en la que se sentó hizo que los vaqueros le quedaran más ajustados por la zona de la entrepierna llamando poderosamente su atención sin querer sobre ese punto. Se intuía un miembro largo, como todo él, desde su tronco hasta sus piernas, pasando por sus dientes y sus dedos. Extraño habría sido que su miembro no guardara la misma proporción . Ella pensó que no debía una fiarse de las apariencias en estado relajado, realmente lo importante es la dimensión que alcanza a la hora de rendir cuentas. Fue entonces cuando empezó a fantasearle de pie, desnudo, tan negro en todo su ser, a imaginar como sería su vello corporal, si es que lo tenía, en brazos y piernas era prácticamente imperceptible. Quiso suponer que él era capaz de manejar ese cuerpo, que tan inmenso se antojaba en comparación al suyo, de una forma sencilla y armoniosa. Comenzó a imaginarle a apenas un par de metros, mirándola con esos ojos negros de fondo tan blanco,erguido, como las estatuas de guerreros lanza en mano, y no pudo sino que imaginarle erecto. Un miembro largo, negro, negro, tan negro, de grosor perfecto, largo tan largo, la lanza del guerrero.

El hablaba, explicaba, reía sonoramente... Ella lo oía a lo lejos y sólo veía labios, dientes, y su cuerpo erecto con la lanza apuntando hacia ella desafiante.

Desde ese momento, ella, cual púber no iniciado, no podía verle de otra forma. Desnudo y erecto.

Concéntrate, se decía. Es una lástima que pierdas parte de sus explicaciones por estar absorta en tus fantasías, se citaba mentalmente. ¡No vas a repetir un viaje así de interesante! ¡Tienes 35 años, no 15! ¡Deja de pensar en su polla de una vez!

Esa noche estaba previsto pernoctar en un pequeño hotel en una isla recóndita, apenas había nada salvo varios siglos de historia y tradiciones que con esfuerzo ella logró escuchar. Por no haber, en el hotel no había ni agua caliente ni más suministro eléctrico que de 19 a 23. Se trataba de una antigua misión reconvertida en el mejor hotel de la isla con sus modestas pero bien merecidas dos estrellas. Contaba con varios edificios que le transportaron 25 años atrás y evocaron el recuerdo de las Colonias del colegio. La parquedad de las habitaciones, apenas la cama, una mesa y dos sillas en el rincón, mosquitera y ventilador en el techo, un cuadro por toda decoración, se antojaba ahora un lujo en comparación a lo que pudo haber años atrás y cuyo rastro perduraba en la marca que un crucifijo había dejado en la pared.

El grupo del viaje era impar, no así el número de habitaciones que les asignaron, y ella, sin darse cuenta, descubrió que esa noche no debía compartir habitación con nadie. Se dieron un rato para asearse antes de cenar, él se despidió momentáneamente del grupo "si me necesitáis, mi habitación, está abajo, es la 20". Ella tenía muy claro qué iba a hacer en cuanto cerrase la puerta de su , afortunadamente, habitación individual. Llevaba cerca de 8 horas imaginando sin parar al guerrero armado. Fantaseando con su erección. Era una absoluta necesidad fisiológica. Tenía que correrse. Necesitaba ese orgasmo para volver a un estado de normalidad. No habría deleite, ni parsimonia, ni suaves caricias. Se masturbaría de la forma más intensa que pudiera para lograr ese orgasmo rápida, hasta ansiosamente, que la compensara, equilibrara, neutralizara. Así lo hizo, se corrió casi de una forma mecánica y sin disfrutarlo realmente. Pero respiró. Podía volver un poco a la consciencia y abandonar temporalmente el mundo de los guerreros negros, tan negros, lanza afilada...

Tras la ducha de una innegociable agua fría vino la cena. La reacondicionada misión servía un menú típico de la zona, les sorprendieron con un aperitivo de exquisitas ostras asadas a la brasa que hubo que comer de pie siguiendo las explicaciones del guía. El grupo impar se redondeaba cuando él se anexaba y así, poco después, quiso la casualidad que el nativo se sentase frente a ella durante la cena. "Menos mal que he estado sola en la habitación antes de cenar. Menos mal que me he corrido", no pudo más que pensar. Charlaron animadamente todo el grupo durante la cena, y así ella supo que él tenía 4 hijos y 5 años más de los que le había calculado. Era licenciado en Derecho pero ejercía de guía turístico desde que terminó sus estudios, le gustaba el trato cercano con la gente, el intercambio de culturas, nunca había estado en España y hablaba nuestro idioma por lo aprendido en los libros en sus noches de insomnio y la práctica con los grupos a los que acompañaba. Ella empezó a ver con mas detalle la personalidad que se escondía tras la faceta de guía turístico de tez negra, negra tan negra como nunca la vio, así como tras la pose inconsciente que le brindaba de guerrero, armado... Con lanza.

Apuraron las copas y el grupo se despidió hasta el día siguiente, estaban cansados por el trajín y el sol, al amanecer les aguardaba otra jornada intensa. Ella subió a su habitación y pensó en algunas cosas de las comentadas durante la cena. 15 años como guía turístico en grupos de europeos. Una anatomía llamativa y tan diferente a la suya y a la de todas sus clientas. Sin barrera por el idioma debido a lo bien que él lo manejaba. Un país con pobreza y dificultades para ganarse el pan.

Mujeres, como ella, a las que se les iba en media mañana de compras sin pestañear lo que el guía tardaba un mes en ganar.

Y de pronto cayó en la cuenta. Turismo sexual. ¿Se habría prestado él alguna vez?. Seguramente si.

El dinero en un país tan pobre y con 6 bocas por alimentar, condiciona. Y de joven, si accedió ¿lo hizo por gusto o por necesidad?. ¿Qué motivación le habría llevado con 25 años a acostarse con una turista francesa que le doblaba la edad? ¿Le resultaría tan atractivo a él una piel blanca, tan blanca, como le ocurría a ella con su piel petrólea?.

Pensaba esto mientras en un segundo plano le imaginaba en su modesta habitación, ventilador encendido y mosquitera abierta. Tumbado en calzoncillos sobre la cama y sin más iluminación que la de los candelabros. Inmaculadas sábanas blancas de algodón y su oscuridad sobre ellas.

Ardía en curiosidad y quizás en algo más. No lo pensó. Cogió el neceser del bolso y cerró la puerta con cuidado de no hacer ruido , que no la oyeran en otras habitaciones. "¿Qué estás haciendo?", se preguntó a sí misma mientras encendía la linterna y emprendía el camino hacia las escaleras. "No importa. Sigue".

Ella tocó con los nudillos en la puerta y el pidió, balbuceando en su idioma materno lo que ella entendió como que se aguardara un momento. Abrió la puerta un minuto después, vestido con la camiseta de la cena y unos vaqueros, con los enormes pies descalzos. Limpiándose la boca con la toalla, preguntó "¡Disculpa!

Estaba lavándome los dientes. ¿Ocurre algo, hay algún problema?". "No, no en absoluto. Solamente es que no tengo sueño pero todos querían dormir, y como tú has dicho que apenas duermes 4 o 5 horas y tu conversación resulta tan interesante...", contestó ella, dejando los puntos suspensivos en el aire para cerrarlos con una seductora caída de párpados. El sonrió ampliamente, mostrando aquella dentadura que en ese rostro se hacía blanca, tan blanca, y apoyando su mano en el hombro de ella e invitándola a entrar, replicó: "Encantado, pero el bar ya está cerrado, no tengo nada que ofrecerte para beber". "No te preocupes, no necesito nada, tan sólo un poco de charla".

Ella se acomodó en el borde de la cama mientras el tomaba asiento en un banco metálico que había en la pared para dejar las maletas.

-Verás, he estado pensando un poco en la conversación de la cena. En tu trabajo como guía. Me ha resultado muy interesante lo que nos has contado y ha despertado bastante mi curiosidad... Me gustaría hacerte una pregunta, pero no la respondas si no lo consideras apropiado.

-Si claro, pregunta lo que quieras...

-Viendo lo que estoy viendo, los años que llevas en este trabajo, me surge la duda de si con 25 o 30 años no has tenido clientas, probablemente 20 o 25 años mayores que tu que te hayan solicitado algún tipo de servicio "fuera de programa"... 

- Jajaja..pausa . ¿cómo se dice en tu idioma, morbosa?. -

- Jajajaja, si... Desde luego, si que manejas bien mi idioma... Ya te he dicho que si no te apetece responder no lo hagas... 

- No... tranquila, no me incomoda en absoluto. Me parece divertido. Pues verás, lógicamente, en tantos años he visto muchas cosas, y sí, claro, ha habido situaciones así...

Ella asintió con la cabeza. No quería que se estableciera un diálogo, quería un monólogo, le daba muchísimo morbo lo que él pudiera relatarle...

- Las francesas, sobre todo cuando era más joven, resultaban bastante lanzadas. Como hombre de 25 que se te insinúe una mujer de 40 que está de vacaciones y sólo quiere un buen rato, con la madurez y la experiencia propia de la edad, era el punto exótico del trabajo para mí. Claro que había mujeres que no me gustaban y esa era la parte incómoda, rechazarlas y continuar el resto de días del viaje sin tensiones no siempre es sencillo...

- ¿Y no ha habido ninguna turista que quisiera "aprovecharse" un poco de su poder económico aquí y te ofreciera algo más a cambio?

- Sin duda... Y suelen ser ofertas muy generosas...

Silencio de nuevo, durante un segundo. Ella se levantó y se acercó lentamente hasta su silla. Él sentado y ella de pie, por fin sus miradas estaban al mismo nivel:

- Comprendo... Bien, ponle un precio a mi generosidad.

- El que estimes me parecerá bien. Eres una mujer muy bella, cualquier hombre querría estar contigo. No te pareces en nada a las mujeres que hemos comentado antes... - Contestó poniendo con suavidad su mano en la cintura de ella.

Ella se alejó para recoger su neceser de la cama, guardaba ahí el dinero del viaje, no se fiaba dejándolo en la habitación y lo había llevado consigo. Sacó el equivalente al sueldo medio de un mes y dejó los billetes cuidadosamente doblados en la mesilla de noche. Regresó sobre sus pasos, cogió la mano de él y la colocó nuevamente en la cintura. Se miraron inmóviles. Hipnotizada viendo el blanco de sus ojos en todo ese enorme cuerpo negro. Continuaron así unos segundos que a ella se le hicieron eternos hasta que él estiró el otro brazo para cogerla y atraerla hacía sí con fuerza. De pronto sintió sus pequeños labios pinzados por la desmesura de los suyos, y las manos enormes empujándola a la proximidad de los cuerpos. El beso continuaba, ella notaba la sangre fluir desquiciadamente en diversas direcciones por su cuerpo: del cerebro a los labios. De los labios a la lengua. De la lengua a los pezones. De las rodillas al clítoris. Del clítoris al éxtasis .

La lengua del guía la estaba matando. Se sentía indefensa ante esos labios y su lengua, la barrían por completo, no había forma de luchar en ninguna de las dos cavidades, su lengua salía a bailar al ritmo que él determinaba. No solía sucederle algo así, estaba fuera de los esquemas habituales y no sabía bien como continuar, ella siempre llevaba el control...

Había un modo muy sencillo de recuperarlo. Se arrodilló tranquila y posó su pequeña mano sobre el vaquero abultado. Jugó brevemente con sus uñas y empezó a acariciarle con intensidad con la palma de la mano al completo. Él la miraba con los ojos entrecerrados y en un momento dado, se pasó la lengua por el labio inferior. Labio. Lengua. Saliva. Caliente. Lamer.

No quiso esperar más y le desabrochó el pantalón por completo. Al quitar el último botón, el miembro saltó como una catapulta. Ella se quedó paralizada, era largo, como lo había fantaseado. Pero también tenía un grosor muy considerable, y tan absolutamente negro que la desconcertaba. Lamió de la base al capullo. 3 pasadas, una central y dos por los flancos. En la última, le miró a los ojos y cuando él creía que iba a volver a hundir su rostro en la base de su pene, ella se lo metió en la boca tan profundo como pudo, y así se quedó, quieta un par de segundos, sintiendo su erección...

Le dedicó una felación hambrienta, muy salivada, como si no hubiera un mañana, ayudada en ocasiones por las manos para poder abarcar , hasta que él le dijo "Deberías parar o voy a empezar a desteñirme..."

La carcajada les llevó hasta la cama. Se desnudaron por completo.

- Ponte de pie, a lo lejos, quiero verte. Le pidió ella.

Y le fotografió mentalmente para el resto de su vida. Ese 1,90 de proporciones perfectas, espaldas anchas, abdominales algo más que intuidos, las piernas infinitas y su enorme , afilada, y preparada arma.

- Ahora de perfil, gírate, por favor.

Estando ella de rodillas en la cama, pudo contemplar como él dibujaba un ángulo de 45º absolutamente perfecto. Sintió la viscosidad resbalar entre sus muslos, acertó a sacar un preservativo del neceser, se tumbó de espaldas en la cama, abrió las piernas sin concesiones de la manera más ofrecida que pudo, cerró los ojos, y se rindió ante el guerrero y sus armas. Esperó...

Esperó. Esperó hasta que sintió como se llenaban sus entrañas. Lenta pero contundentemente. No tardó en coger ritmo. Y ahí ella se incorporó para verle a él en el borde la cama penetrándola de modo casi animal. Se asomó y se sintió desmayar al ver aquella polla azabache atravesarla de forma infinita. La blancura de sus muslos hacía que parecieran de porcelana tan próximos a la piel de ébano que tenía dentro. Levantó las piernas y le rodeó por la cintura. Pensó en la paradoja, en que hasta hacía pocos años la gente de color no le había llamado la atención, más bien lo contrario...

Y en esos instantes estaba fuera de sí siendo follada por un negro... En esa postura se fundieron en un orgasmo tan animal como todo lo demás.

De regreso a su habitación, no pudo evitar pensar: ¿hasta qué punto él había disfrutado? ¿La habría visto como otra blanquita más con cara de Euro?. ¿La habría deseado igualmente de no haber habido dinero de por medio? Ella era más joven que esas francesas cincuentonas, pero tampoco tenía ya 20 años...

Y recordó un blog que había leído hacía tiempo, de una mujer que tenía una segunda ocupación en la que ofrecía encuentros sexuales a cambio de sumas de dinero. Y como esa mujer disfrutaba los encuentros por lo morboso de las situaciones, lo distinto de cada amante y cada cita, e indiscutiblemente, el dinero. Ella llegó a la conclusión de que a él quizás le ocurriera lo mismo, y con una media sonrisa en el rostro, se dejó llevar por la oscuridad en una modesta habitación de hotel en una perdida isla de algún país del mundo...


M.

Basado en hechos reales. Fotos originales...

Blog de Marina Costa. Escort en Madrid