Antes era una. Ahora soy otra. Sigo siendo la misma.
Debo confesaros que prácticamente día sí, día también, pienso en escribir un poco. Me faltan esos ratitos de desconexión conmigo misma y la gimnasia mental que me procuraban. Estoy volcada en absoluto en entregarme como sólo yo sé, al mil por mil, a ese hombre que me apartó en cierto modo de aquí, en recibir con brazos abiertos todo lo que me entrega, y que apenas nada tiene que ver con mi vida anterior.
¿Cómo pasas de meterte en taxis que recorren Madrid de punta a punta cada noche, encaminándote por pasillos de hoteles sintiéndote excitada y poderosa , entregando tu cuerpo y tu sexualidad a hombres anónimos, manejando gustosa la anarquía de tus horarios... a preparar bañeras, tortillas francesas y dibujos animados de fondo en la tele?
Con amor. Con infinito amor. Apeteciendo tanto las bañeras, tortillas y dibujos animados como en su día lo hicieron aquellos encuentros cargados de morbo y vicio y sin haber perdido un ápice de apetito sexual, más bien lo contrario...
Buscando el momento en el que la tele les distrae para desayunarme la polla de su padre, o el ratito en el que chapotean en el agua para pedirle que a su vez chapotee con sus labios entre mis muslos...
Entremezclando conversaciones del día a día con momentos subidos de tono en los que idear como saciar todas las ganas que tenemos del otro. Compartiendo todo, todo es todo, hasta otros cuerpos en camas ajenas, fluidos, olores, tactos...
Yo antes era una, ahora soy otra, pero en realidad, sigo siendo la misma...
M.